Tras largas sesiones de poses del natural con mi amigo Pablo, a.k.a. “The Lion”. Buenos momentos compartidos, gracias amigo.
Tras largas sesiones de poses del natural con mi amigo Pablo, a.k.a. “The Lion”. Buenos momentos compartidos, gracias amigo.
Pintando encima de viejos cuadros, experimento y conservo antiguas partes para añadir otras nuevas.
Pinturas sobre pinturas, de diferentes momentos, se encuentran en un mismo plano. Se construyen y destruyen a sí mismos, dialogan o se enfrentan, pero conviven, manteniendo vivo y fresco el proceso del cuadro.
Son pinturas que alimentan mi espíritu impaciente, son pinturas que no esperan a ser pensadas. Son pura acción sobre la tela, decisiones inmediatas que tienen un final espontáneo.
Espero que os guste.
Este verano tuve la fortuna de participar en las Cátedras Francisco de Goya (con Jose María Mezquita) y de Albacete (cn Antonio López), las cuales constan de una semana de aprendizaje con estos maestros y grandes pintores jóvenes que participan como alumnos. En este espacio se tiene el placer de conocer, hablar, intercambiar opiniones y trabajar codo con codo con todas estas personas de talento y capacidad extraordinarias. En el plazo de tiempo que duran (una semana) se pueden pintar bodegones, o desnudos con modelos. Yo opté por ambas cosas, dando lugar a algunos ejercicios que me han resultado muy útiles para avanzar en algunas cuestiones. Aquí dejo dos ejercicios de modelo, y en algún momento colgaré los bodegones.
Por último un saludo cariñoso a todas la personas enormes que he conocido allí, grandes amistades basadas en el respeto, la admiración, y la gran ayuda moral que supone encontrar a gente que comprende y comparte una difícil pero maravillosa y excitante profesión.
Aquí os enseño mi última obra, un retrato de mi padre hecho del natural, a lo largo de dos o tres semanas aproximadamente, en poses diarias. Es un óleo de 122 x 95 cm.
El retrato del natural es un trabajo muy complejo, pero a la vez excitante. Esto se debe a que te enfrentas a cambios constantes que te obligan a trabajar con gran rapidez, además de ir haciendo modificaciones continuas, con lo cual el cuadro se convierte en algo mucho más vivo, como si fuera una criatura que va creciendo de una manera mucho más natural. La frustración de no poder pintar en un día nublado, por ejemplo, se contrasta con la avidez de la siguiente jornada de trabajo, en la que casi devoras el cuadro (cayendo tal vez en acciones precipitadas que luego habrán de ser corregidas, pero que al fin y al cabo subyacen en el resultado final aportando riqueza).
Otro factor básico en el retrato del natural es que te da la posibilidad de captar la expresión real y auténtica de la persona, puesto que no existe un gesto forzado nunca en su cara, sino un conjunto de expresiones diferentes que luego van a ser recogidas en una sola, dando lugar al verdadero rostro del retratado. Además del retrato como representación, existe un flujo de comunicación continua entre modelo y pintor, y esto queda de alguna manera misteriosa registrado en el cuadro.
Por desgracia, hoy en día no podemos permitirnos hacer este tipo de retratos siempre, puesto que exige un sacrificio impuesto en el modelo, que no todos están dispuestos a permitir, o sencillamente, no les es posible por los ritmos acelerados en que vivimos. En este sentido he de agradecer profundamente a mi padre su paciencia y su buena disposición.
He de añadir que este retrato podría (y debería) continuarse, algunas partes deberían elaborarse más, o corregir otros fragmentos, pero debido al cambio de luz de agosto a septiembre, es imposible continuarlo. Así pues, he decidido dejarlo así, ya que en lo elemental está terminado.
Muy en la línea de anteriores bodegones, aunque en un formato aún más panorámico.
Hace unos meses que lo terminé, y después de meditarlo, lo he dado por acabado.
Un pintor amigo mío me comentó que le recordaban a la estética de “Eyes wide shut”, la peli de Kubrick, cosa que me agradó, puesto que busco que estas obras desprendan unas sensaciones similares. Había algo de inquietante en ese pollo crudo cuando lo bañaba la luz del sol …. y se podía hasta oler mientras lo pintaba, a cierta distancia. Después había que retirarlo del plato para guardarlo en la nevera y seguir trabajando al día siguiente, y notabas aquel tacto frío y extremadamente blando, algo pegajoso….
Las patatas, en un principio regaladas con una inmensa variedad de tonos dorados, iban con el tiempo apagándose en verdes y marrones, llegando en ocasiones hasta notas azules. No todos esos cambios se podían capturar, pero notabas que el modelo tenía una vida propia y todos los días te daba algo nuevo. Podías escogerlo o no, pero si me preguntaran por qué pinto del natural….. Este es el motivo.
Ultimamente estoy retomando las acuarelas, técnica que tenía abandonada. Hace un tiempo, sin embargo, tuve la ocasión de admirar unas magníficas acuarelas de Miquel Barceló en una retrospectiva del artista. Aquellas aguadas llenas de libertad e inteligencia me sorprendieron y me impactaron, quedándose grabadas en mi recuerdo. Fue así como me refrescó la memoria de las importantes posibilidades plásticas de este medio.
Aquí dejo una pequeña aguada que he hecho con un gallo como protagonista.
Últimamente estoy dándole vueltas a la idea de la cena, de la mesa que contiene elementos identificables con la comida y la bebida, además del resto de parafernalia que nos facilita la labor (placer para algunos y simple supervivencia para otros). Pero ¿Qué ocurre cuando introducimos elementos desconcertantes en ella, o nos encontramos con alimentos crudos, marchitos, ajados, quizá desagradables? ¿Qué sensaciones provoca en nosotros? ¿En qué se convierte esa mesa?
De momento he empezado con un cuadro en el cual todo se encuentra marchito, acabado, gastado, consumido en parte o por completo.
Incluyo imagenes del proceso desde un primer boceto en carbón hasta su estado final, óleo sobre tabla, 149 x 52 cm